Guardo fiel y entrañable memoria de los libros que leí cuando no sólo había entrado a la secundaria y su mundo de muchas materias, maestros, y muchachos a quien mirar sino que toda yo había cambiado, o casi toda yo. Mi cuerpo era otro, mi ánimo también, disfrutaba a mis amigas, quería que mis padres me estorbaran lo menos posible y tenía el enorme deseo de saber quién era esa ´yo´ que me había salido al paso .
Leer sobre todo libros donde las mujeres eran persojes principales, me entusiasmaba. Las tardes y los domingos con su insoportable levedad como acertadamente dice ahora un programa de radio - era más digeribles con las págis entre las manos, me sentía menos sola y con un mundo persol más rico.