En este clásico de la filosofía económica de principios del siglo XX, la reflexión acerca del dinero no se orienta a su papel como medida de valor y medio de intercambio, sino como símbolo del espíritu de la modernidad, encarnación de la racionalidad, de la calculabilidad y de la impersonalidad.
El filósofo alemán Georg Simmel revela aquí la supremacía del dinero en las relaciones humanas y en la cultura, por encima de los sentimientos y de la imaginación. Su evaluación destaca aspectos sociales, psicológicos y filosóficos de la economía monetaria, y en especial la relación del dinero con el intercambio, la personalidad humana, la posición de la mujer y la libertad individual.
Sus aportaciones, además, trascendieron la esfera de su tiempo para resultar proféticas, como en el caso de las consecuencias de la economía monetaria en la división del trabajo, en los procesos de alienación y cosificación en el trabajo y en la vida urbana.