El 15 de abril de 1874 fue inagurada en el atelier del fotógrafo dar exposición en la que participaban 30 artistas. Era la primera exposición colectiva independiente de toda intromisión estatal y de la tutela de un jurado. Al mismo tiempo, nacía el impresionismo: un acontecimiento revolucionario de trascendencia para todas las corrientes artísticas del llamado estilo moderno. La pintura que se ofrecía al desconcertado público también era revolucionaria: paisajes, escenas urbanas y motivos de la vida cotidiana plasmados lienzo con breves pinceladas de colores puros, claros y luminosos.
Eran cuadros que habían surgido directamente inspirados por el motivo. Constituían protesta contra el polvoriento arte de gabinete imperante, con sus majestuosos temas históricos y mitológicos, vertidos generalmente con colores oscuros y terrosos y una iluminación arbitraria. La pintura del impresionismo continúa siendo la etapa más fascinante de la nueva historia del arte y la más estimada por el público, como lo prueban los espectaculares éxitos de las exposiciones de los últimos años con obras de Degas, Gauguin, van Gogh, Manet, Monet o Renoir, y los records establecidos por las ventas de sus cuadros. Aunque la literatura dedicada a este movimiento parece ser inagotable, algunos aspectos del impresionismo permanecen hasta hoy inexplorados, y muchos pintores siguen siendo desconocidos.