Si hiciéramos una encuesta por todo el mundo preguntando por la figura más respetada y admirada de la historia de Estados Unidos, la imagen que vendría a la mente de muchos sería, casi con toda seguridad, la de un rostro de piedra, enjuto, sereno, firme, que encierra tras su mirada un mundo de calmada responsabilidad: el rostro de la escultura que Daniel Chester Frenen dejó para la posteridad en Washington D.C., el rostro de Abraham Lincoln. Se trata de un personaje, por no decir un emblema, clave en su propio país, pero también fuera de él. Por eso, en todas partes tenemos mucho que aprender de las raíces, la savia y los frutos de su liderazgo. Cuando se piensa en un dirigente de la talla de Lincoln, se intuyen características innatas, pero a la vez se buscan influencias de las que podamos beneficiarnos los que vivimos en un contexto diferente. Eso hace que este libro de César Vidal adquiera una gran relevancia.