Hay algo extraño en que Atziri nos proponga retratos de animales. No son las memorias o las observaciones de una naturalista del siglo diecinueve. Tampoco los rasgos recogidos por una zoóloga del siglo veinte. No quiere vendernos la sensación de naturaleza televisada ni hacer calendarios o figuraciones fantasiosas o realistasö. La mirada de Atziri es casi la mirada de cada animal hacia sí mismo y a sus congéneres.En ese sentido los retratos que ´hace Atziri´ son una suerte d autorretratos, como apuntaba John Berger cuando vio varios de estos personajes hace ya cinco años. Así, en vez brindarle ´personalidad humana´ a sus retratados, Atziri nos asoma a la persona íntima animal, a su ser más burro, perra, elefante, caracol o abeja, dejándolos ser y despojando a cada una de estas entrañables presencias de su apariencia de estampa, caricatura o mera ilustración.