El primer poeta de nuestra lengua que (en los verdes años de la adolescencia, cuando se posee intacta la sensibilidad para la lírica) yo leí y admiré con entusiasmo fue Rubén Darío. Mucha agua, oleadas desbordantes de lecturas heterogéneas, han pasado bajo el puente de los años en la vida de un escritor, y Rubén Darío sigue siendo uno de los contados poetas que al que vuelvo sin desencanto ni fatiga.