Cuando tomé la determinación de venir a vivir aSan Miguel de Allende me quedaba claro que se trataba de uno de los lugares más peculiares del mundo. Lo sigo pensando. La forma como en sus calles y edificios se pone de manifiesto la vida nos muestra de qué manera se pueden fundir tradición y modernidad sin molestarse. No es un panfleto, ocurre ahí, frente a nuestros ojos, casi sin querer, como si las cosas se diesen de forma natural. Así, entre la ineludible intromisión de los teléfonos celulares, los I Pods y las computadoras, desfila ante nuestro azoro una procesión, se alza en el cielo el alarido luminosode los fuegos artificiales y las campanas de un reloj ancestral nos siguen marcando la hora. Todo aquí es mezcla, fusión, excentricidad. Un arcángel y un héroe se engarzan en su nombre para hablarnos de su origen colonial, creyente, católico y la violenta determinación de un pueblo por conseguir su independencia.