El arte del África subsahariana tiene una larga historia, si bien es difícil reconstruirla con precisión porque muchas de las obras, en madera o en barro, no han dejado vestigios.
Algunos elementos parecen ser recurrentes y comunes a todas las tradiciones artísticas africanas. Las estatuas son, a menudo, figuras de antepasados o deidades, y a ellas se le ofrecen sacrificios con el fin de mantener una relación entre este mundo y el otro, entre los dioses y los hombres, entre los vivos y los muertos. Las máscaras que desde la espesura de la selva llegan a las aldeas o que se exhiben durante los ritos de iniciación, garantizan el orden social, educando en los valores de la comunidad y castigando a los transgresores. La fertilidad de los mujeres y de los campos es una preocupación recurrente que se expresa a través del arte.
Estas obras no son la expresión de libre imaginación del artista, y nisiquiera están destinadas al disfrute individual de un coleccionista. Mucho más ambiciosamente, desean contribuir a la reorganización del mundo, al bienestar de la comunidad, a la preservación de la vida.