La historia de Bouvard y de Pécuchet es engañosamente simple. Dos copistas (cuya edad, como la de Alonso Quijano, frisa con los cincuenta años) traban una estrecha amistad: una herencia les permite dejar su empleo y fijarse en el campo, ahí ensayan la agronomía, la jardinería, la fabricación de conserva, la anatomía, la arqueología, la historia, mnemónica, la literatura, la hidroterapia, la pedagogía, la veterinaria, la filosofía y la religión, cada una de estas disciplinas heterogéneas les depara un fracaso, al cabo de veinte o treinta años, desencantados encargan al carpintero un doble pupitre, y se ponen a copiar, como antes.
