Cada día es un don de Dios para cada persona. Para el Cristiano, en especial para el que ora, cada día es especial. Lo que lo hace así es que la fe Cristiana sustentada por la oración revela toda una nueva dimensión a todos y cada uno de los días. Si lo creemos y actuamos sobre ello, como lo hace el Cristiano que ora, es la oración la que pone esa persona en contacto con el mundo espiritual. Este es el mundo invisible de la unión con Dios con el Cristo Resucitado, lo es también con nuestros hermanos y hermanas, y aún con los Santos que ya viven los días eternos (en el cielo). ¿Qué es lo que hace que un día sea más fructífero, más significativo y mucho más feliz para la persona que ora? La respuesta es Jesús. Es Él quien trae la alegría y la paz a la vida de la persona que ora.