Durante los últimos veinte años hemos sido testigos del nacimiento y consolidación de un fenómeno social y económico atípico de nuestro país: los narcos. Estas personas, que lo mismo financian seminarios católicos que asesinan periodistas, han generado sentimientos ambivalentes en sociedades que, como la nuestra, padecen una clara crisis de valores.
Como muestra concreta del poder que han adquirido y del significado social que tienen, los Arellano Félix han visto su apoteosis y decadencia en ese conflictivo periodo de nuestra historia que va de mayo de 1993 a marzo de 2002. Toda la sociedad tijuanense ha sido testigo del poder que en la última década han adquirido: los narcotraficantes que tuvieron una cita privada con el nuncio apostólico Prigione cuando eran acusados del asesinato del cardenal Posadas.
Sólo el ojo inquisidor del periodista puede develarnos la cara oculta y sórdida del narcotráfico, sólo él nos puede recordar que, detrás de los corridos y las relaciones, detrás del dinero y las propiedades, hay una casta de asesinos que sentaron sus reales durante muchos años y que no titubearon a la hora de comprar voluntades, sobornar instituciones, alquilar silencios y aun matar a quienes se les interponían.
Ésta es la crónica de esos días, narrada por el único e insobornable cronista de Tijuana: Jesús Blancornelas, quien desde las páginas de Zeta denunciaba, narraba, investigaba y escudriñaba tras la verdad, y quien ahora nos ofrece las crónicas con que se construye la historia de los narcotraficantes más perseguidos de México.
ésta es la crónica de los Arellano Félix, de los narcojuniors, de los sicarios y pistoleros, de los policías corruptos, de los policías honestos que murieron asesinados junto a los periodistas que no encubrieron y de los periodistas que, como Blancornelas, todavía siguen luchando.
