AI llegar a nuestra propia época la historia se convierte, en cierto modo, en el recuerdo de nuestras propias experiencias. Nos encontramos muy cerca de los acontecimientos, y contemplamos luchas que todavía no se resuelven y cuyos protagonistas aún viven y actúan. Esto hace que no sea fácil la comprensión de lo que está ocurriendo, y hace difícil analizar y juzgar la importancia de los movimientos científicos y sociales. No obstante, es necesario hacer este esfuerzo a pesar de que, en general, los historiadores eluden tratar los períodos más recientes, esperando que pase el tiempo suficiente para poder juzgarlos desinteresadamente. Una obra, como la nuestra, que se ocupa de mostrar las conexiones entre la ciencia y las fuerzas sociales, sólo puede ser útil en la medida en que pueda mostrar cómo han surgido de la historia anterior dichas relaciones, hasta llegar a la situación en que actualmente se encuentran. Entre el pasado y el presente no hay solución de continuidad. Por otro lado, omitir la historia de la ciencia en el siglo xx sería tanto como excluir la parte más importante de toda nuestra argumentación, porque es en nuestro siglo cuando la ciencia ha adquirido por primera vez su función plena. En los últimos 50 años se han efectuado más trabajos científicos que en todas las épocas anteriores. Además, no se trata de un mero desarrollo cuantitativo, ya que al mismo tiempo ha habido un avance mucho mayor en el conocimiento de la naturaleza fundamental de la materia, animada e inanimada, que en cualquier otro período comparable del pasado. En rigor, podemos hablar de una segunda revolución científica en el siglo XX. Además -y esto toca más de cerca los propósitos de este libro-, por primera vez en la historia, la ciencia y los científicos ha nquedado implicados directa y abiertamente, en los principales desarrollos económicos, industriales y militares contemporáneos.
