Multitudes en todo el mundo celebraron el fin de la Primera Guerra Mundial. La firma de diversos tratados de paz y la formación de la Liga de las Naciones parecían asegurar que la armonía y la concordia imperarían sobre las relaciones internacionales, a pesar de atentar contra intereses particulares. Sin embargo, muchas otras personas no creyeron tanto en el festejo de la paz y consideraron esa tregua como preludio de un conflicto mucho más sangriento y de gravísimas consecuencias. Por desgracia, no se equivocaron. Europa estaba devastada y no lograba aún sacudirse los escombros o terminar de llorar a sus muertos cuando comenzaron a surgir desacuerdos por temas fronterizos o expansionistas, separatismo y enfrentamientos entre ideologías polarizadas. La revolución, la guerra civil y los golpes de estado se hicieron presentes en Alemania, Irlanda, Rusia y España. Además, estados vecinos combatieron entre sí como Polonia y la Unión Soviética, España y Marruecos, Japón y China.áConceptos como rojos, blancos, izquierda, derecha, monarquía, fascismo, nazismo, expansionismo, franquismo y nacionalismo comenzaron a fracturar más la ya debilitada convivencia nacional e internacional. Además, las potencias ansiaban probar sus nuevas destrezas y armamentos bélicos. España, en particular, se convirtió en campo de pruebas de artefactos y vehículos de alta tecnología para una Segunda Guerra Mundial que ya se anunciaba en el horizonte.