Había una vez, mi niño querido, una ballena que vivía en el mar y comía peces. Comía lubinas y sardinas, salmones y camarones, cangrejos y abadejos, a los meros y a sus compañeros, comía jureles y verdeles y hasta a la en verdad retorcida y escurridiza anguila se comía. A todos los peces que en el mar podía encontrar se los comía con la boca... ¡así! Hasta que al fin sólo quedó en el mar un pececillo, y era un pececillo astuto que nadaba un poco por detrás de la oreja derecha de la ballena para no correr peligro.