La huella es un esbozo que se borra con el tiempo. Forma una marca que sigue a otras en el paso de un hombre por el sendero. La huella es una escritura que se va deshaciendo con el tiempo, porque los hombres olvidan lo que leen; porque hay quienes no leen; porque el autor se esconde tras lo escrito y se anula; porque los lectores siempre son anónimos. Y al final de la vida del autor, la escritura es para otros que refieren a la firma, al nombre, de alguien que ya no existe. La huella es el archivo cuyo origen se pierde. No sabemos de dónde proviene el dolor o la dicha, por qué nos sentimos tristes o contentos; nos remontamos a la historia familiar, a las notificaciones psicoanalíticas de las relaciones con los padres, las estructuras aprendidas, cómo las repetimos en todas las relaciones que mantenemos con los otros.áEse inconsciente de la huella no tiene origen; sin embargo, se reprime, se olvida, se convierte en síntoma y remonta a otras historias cuyos relatos nunca se recuperarán. El mismo psicoanálisis se resiste a ser analizado, ¿por qué ahora hay tanta resistencia? Resistencia a creer en los analistas; velocidad en los análisis que se convierten en recetarios y pedagogías psicoterapéuticas de una sesión por semana, de pocas sesiones hasta que alguien se pone ´sano: Dirección de control y didáctica que se resiste a analizar el síntoma de nuestro tiempo; la falta de diálogo, la velocidad, la violencia, el mundo virtual, y la muerte lenta de la capacidad de escuchar.áComunidad que se deshace. Singulares enfrentados entre sí en medio de una comunidad que por la naturaleza de esa paradoja se desfonda, y un lenguaje que pretende llegar de un singular a otro, pero se vale de conceptos universales, de modo que el singular siempre se escapa. Indiferencia de unos respecto de otros y, por ende, fin de otros sentidos. El de la idea de revolución, reforma, revuelta. La masa y su sentido se desobra tan pronto como obra un proyecto. Y así, la comunidad de los amantes se revela como una no relación necesaria; la relación queda condicionada. Pretensión de celos, de posesión, de encuentro con el otro, y hallazgo de lo incompleto, del desastre que aguarda, del conflicto agazapado en la relación misma, siempre.
