Cuando Stingo la conoció todavía mostraba las huellas de su larga permanencia en un campo de concentración. Sophie había sobrevivido a Auschwitz, pero era prisionera de un abrumador sentimiento de culpa, y Nathan, el hombre al que se entregaba en un desesperado intento de rehuir la muerte, se debatía en la inconsciencia de la locura. Stingo la deseaba, observaba la tortuosa relación de los amantes y anhelaba la redención de la mujer a quien el destino parecía denegarle toda esperanza.