LUIS ENRIQUE GUTIERREZ ORTIZ MONASTERIO
Todos fuimos Marcos´, afirmó Legom en una nota a propósito de la obra que nos ocupa. Hubo un tiempo en el que, pese a la negrura del presente y la imposibilidad del futuro, brilló la esperanza, o algo que se le parecía mucho. Chinampinas en la noche. Y nada pasó. ´Ahora todos somos Demetrius´. Y casi tiene razón. Digo casi, porque sabemos que la realidad se desplaza rápidamente obligándonos al periodismo cuando aspirábamos a la literatura, y porque en nuestra caída entendemos que el arte suele ser mejor que el mundo: más ordenado, más claro, más bello.áCon Demetrius o la caducidad, Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio nos entrega una obra poderosa, culeramente enternecedora, que con suficiencia se instala en los límites de lo que es y deja de ser la literatura dramática más dura. Demetrius se cruza de brazos en esa oscura frontera, nos mira desafiante, y parece decirnos: ´A ver, sáquenme´, cual clamó otro de los personajes entrañables de la ficción legomiana. Demetrius es un monstruo, pero es también, y sobre todo, una invitación al más alto teatro posible hoy, aquí.áDemetrius es una obra mestiza y ya definitiva, liminal, contundente y monumental en su sencillez, caracterizada por la inteligencia de un humor implacable, a prueba de todo ícono. Legom ha construido en sus obras un mundo mejor sólido, ordenado, habitable a partir de reflejos esperpénticos. En él toda maldad es poema y cabe, todavía, la fragilidad. Tal hazaña le alcanza y le sobra, digo yo para inscribirse desde ahora en el canon de la literatura mexicana de este siglo.Édgar Chías.