El reflujo de las ideas de la Ilustración francesa y las instituciones jurídicas de la revolución, que habían sido transportadas y difundidas a lo largo y ancho de Europa por La Grande Armée napoleónica, llegó a su punto crítico en el Congreso de Viena, que impuso no sólo un nuevo orden internacional vigente durante todo un siglo (1815-1914), sino también un repertorio de ideas novedosas.áEn la construcción de aquel régimen transeuropeo afloraron ideologías (v. gr. el fundamento de la legitimidad en la Divina Providencia) y principios (v. gr. el equilibrio de fuerza entre las potencias).Bonald y De Maistre velan (en San Petersburgo y en otros sitios) a fin de que la hidra revolucionaria no vuelva a levantar cabeza; Herder, sin renegar de la Ilustración optimista, elabora una visión reaccionaria de la historia; los doctrinarios (Guizot, Broglie y otros) van preparando a la opinión pública a darle la bienvenida al nuevo orden de cosas que la Restauración impuso (1814-1830), entre contradicciones, avances y retrocesos y en los que el sistema jurídico de Europa se mantuvo más o menos cohesionado gracias al influjo del Code Napoleón de 1805, el alto monumento del saber jurídico continental.áLa paz y el reposo, el perdón y el olvido después del trágico y deslumbrante fin del siglo XVIII serían los ideales de la sociedad, exprimida hasta la agonía por el conflicto con Francia y su caudillo.áAquel tiempo ya remoto es aquí recreado desde la óptica del derecho en clave política, a fin de rescatar elementos que permitan caracterizar las restauraciones políticas como signos de la modernidad que el Siglo de las Luces alumbró hace trescientos años. La actualidad de aquellas cuestiones será el hallazgo del lector del ensayo que presentamos aquí. Son historias y derechos entreverados en un vibrante relato de los orígenes del mundo en que todavía vivimos.
