La formación del hombre que interesa a Goethe no está circunscrita a la escuela sino al aprendizaje del joven en una rica experiencia vital, en la cual lee y reflexiona, pero también forma su carácter en una confrontación de actitudes, de gestos, de aceptaciones y rechazos, de flirteos, de la forma como se va perfilando la personalidad frente al mundo y cómo se autoconstituye el individuo frente al amor, al goce, a las dificultades, cómo desarrolla su talento creativo o productivo. Las dos versiones de Guillermo Meister nos enseñan que la escuela no forma, informa y con frecuencia deforma, la formación en el sentido rico y complejo es un resultado del aprendizaje de la vida, de un acendramiento intelectual, pero también de un aquilatamiento ético, del perfilamiento de un horizonte en donde podemos movernos y de la construcción de un proyecto de vida. Cuando se habla de formación se da por entendido que se trata de una etapa temprana de la vida que el hombre cumple necesariamente. No obstante, es un error. Quienes se forman tienen un desarrollo pleno y satisfactorio de la vida, de conformidad con su talento y sus posibilidades, pero lo más frecuente es encontrar en la vida social individuos (creo que son la inmensa mayoría) que van al garete, así se eduquen en el sentido de la escuela, no se han formado ético-creativamente o ético-productivamente en la escuela de la vida, es decir, no han deambulado buscando experiencias para analizarlas reflexivamente de lo cual debe resultar cincelado el carácter y acendrada la personalidad, las cuales podrían permitirles una madurez con la conciencia debida. Un artista más objetivo que subjetivo o a la inversa, es una opción. Claro que a veces las tendencias históricas o incluso los géneros favorecen más una tendencia que otra: la novela preponderantemente objetiva, la poesía, fundamentalmente subjetiva. Goethe y Marx encuentran todo en la naturaleza, Montaigne y Cioran, todo en sí mismos. Dos formas de la experiencia, dos miradas, dos perspectivas filosóficas o literarias, que finalmente no son antípodas como pudiera creerse, porque filosóficamente lo subjetivo-objetivo es una unidad, por mor del paralelismo spinozista, lo que es en la extensión es en el pensamiento y viceversa. Son más bien dos métodos que enfatizan un tratamiento artístico de la forma y el contenido.