Cecilia Cardinal de Martín, afrontando riesgos y agravios, abrió amplios horizontes a la discusión severa de la sexualidad en foros y academias, en ámbitos populares, en escuelas y universidades y en la charla cotidiana. Con sabiduría, respeto, serenidad y franqueza estableció el diálogo y obtuvo una respuesta óptima. No dislocó la cultura, ni hizo alarde de su rebeldía. Ha sido una líder que, con habilidad sorprendente, abrió el camino a metas y que, con charlas y sabiduría, previno los desbordes, las incongruencias y los conflictos. Sus enseñanzas borraron el estigma de pecado que pesaba sobre la plenitud erótica, pero no fue adalid de la anarquía. La equiparación hombre-mujer frente al sexo es una dádiva de sus enseñanzas.