El espíritu del hombre, sea de la condición que fuere, y cualquiera que sea el trabajo a que esté consagrado según su modo de existir social sobre la tierra, necesita siempre un descanso que lo refrigere, y una distracción que le endulce, por decir así, todos los afanes y las penas todas de la vida. Entre los descansos y los placeres que puede encontrar, y que se le presentan en tropel ante sus ojos, ninguno hay que llene cumplidamente el objeto deseado como el ejercicio de la caza.