Un gran desconcierto se había apoderado de navegantes y cartógrafos en los años inmediatos al descubrimiento. Colón creía haber llegado a Oriente por Occidente, muy cerca de China y la India, pero no había hallado elefantes ni especias, ni tampoco la desemboca- dura del Ganges, y la carta de sus majestades católicas al Gran Khan no alcanzó nunca a su imperial destinatario. Las noticias de allende el Mar Tenebroso eran harto contradictorias, en gran parte porque los exploradores echaban mano de los relatos de Marco Polo y de los mitos de la antig?edad para explicar prodigios que no entendían. Monstruos, gigantes y criaturas fantásticas poblaban sus narraciones y todavía más la imaginación del pueblo llano. Ese clima de credulidad casi alucinada, que Antonio Sarabía recrea con excepcional maestría, alcanza su mayor paroxismo cuando corre por Sevilla el rumor de que diez mil amazonas llegan a la península con setenta naves y remontan ya el Guadalquivir con el propósito de hacerse preñar por el linaje de valientes que había conquistado la mar Océano. Mientras las autoridades toman medidas, la ciudad entera aguarda alarmada la llegada de sus aguerridas visitantes.