El señor Asa Lee Pinion, del Chicago Comet, había cruzado la mitad de América, todo el Atlántico y, por último, hasta Picadilly Circus, en persecución de la notable, ya que no notoria, persona del conde de Raoul de Marillac. El señor Pinion deseaba conseguir eso que se llama ?una información? para publicarla en su diario. Y lo consiguió, pero no pudo publicarla en el periódico porque era demasiado exagerada para el Comet. Acaso sea cierto este calificativo en más de un aspecto, pues la historia lo era tanto como la aguja de una iglesia o como una torre que subiera hasta las estrellas, por lo cual estaba tan lejos de poder ser comprendida como de poder ser creída. Lo cierto es que el señor Pinion deseó no arriesgarse a la crítica de sus lectores, pero esto no es una razón para que el presente escritor, que escribe para más exaltados, espiritual y divinamente, y crédulos lectores, imite su silencio.