El príncipe Hans-Adam II ha reflexionado profundamente sobre la mítica frase de John F. Kennedy: «No preguntes lo que el Estado puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por el Estado», hasta llegar a la conclusión contraria a la del presidente norteamericano, a quien conoció en su juventud. Cuando los ciudadanos olvidamos que somos nosotros quienes conformamos los Estados, éstos dejan de ser una forma de gobierno que facilita la convivencia. Incluso pueden convertirse en lugares de represión. Por ello, debemos ser conscientes de que la posibilidad de construir una sociedad plenamente democrática está en nuestras manos. Esta es la premisa de la que parte el autor antes de proponer que entendamos el Estado como una empresa de servicios cuya obligación es la de ocuparse de nuestras necesidades. No debemos tener miedo a exigir buenos servicios, por tanto. Al fin y al cabo, somos los accionistas de esta singular empresa a la que llamamos Estado.