A menudo la trascendental labor de la Virgen María ha sido eclipsada por la figura y obra de su hijo. Aunque es venerada por millones de fieles, la gran mayoría desconoce las experiencias, contrariedades y obstáculos que ella debió atravesar para llevar a cabo la misión de ser, a la vez, madre, guía, educadora y fiel discípula de Jesús. A partir del testimonio de San Juan, que cuidó de ella en los últimos años de su vida, descubrimos el perfil de una mujer valerosa, audaz y bondadosa, que amó mucho y que padeció, sin perder la fe ni la esperanza, la prueba más dura que una madre puede soportar: ver morir a su hijo.