Según Jeremy Rifkin nos encontramos en una nueva fase de la historia humana caracterizada por la decadencia de lo que hasta ahora entendíamos por trabajo. Las actuales tasas de desempleo son comparables a las de la gran depresión de la década de 1930, y el número de personas infraempleadas o sin trabajo va en aumento. Las nuevas tecnologías sustituyen a las personas en muchos sectores económicos, desde los procesos de fabricación o la agricultura hasta las actividades funcionariales. En resumen, muchos trabajos desaparecerán para siempre y el mundo se polarizará en dos fuerzas: una élite que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología, y, por otra parte, un creciente número de trabajadores con pocas esperanzas de lograr un empleo digno. Ante este panorama, Rifkin nos insta a repensar los planteamientos actuales sobre el trabajo, a crear y poner en marcha nuevos modos de generación de ingresos y de reparto del poder, y a generar una mayor confianza en el sector terciario, propiciando así la reconstrucción de nuestras comunidades y culturas.