El Greco probablemente sea el extranjero más conocido de su tiempo y, sin embargo, sabemos de él mucho menos que de muchos artistas italianos de la Edad Moderna de menor categoría. Este hecho se debe a tres razones: en primer lugar, a su largo peregrinajeö artístico por el Mediterráneo, antes de encontrar una nueva patria en Toledo, en 1577; en segundo lugar, al relativo retraso de la literatura artística española, cuyos principales representantes no empezaron a publicar sus obras hasta el siglo XVII; y tercero, a la ausencia de una escuela española de artes gráficas anterior a Goya.áEn este contexto, resulta significativo que aún hoy sigamos conociendo al pintor y escultor griego por su apodo italiano, «Greco», a pesar de que en Italia apenas vivió diez años y en España casi cuarenta. Por el contrario, él siempre firmó sus obrasáááá hasta el final de su vidaá en letras griegas, con su nombre correcto: Domenikos Theotokopoulosö, subrayando así su origen. En España se denominó también Dominico Grecoö.áHay muy pocas fuentes que nos proporcionen información sobre El Greco y algunas de ellas, como un retrato y una breve biografía de Francisco Pacheco (1564-1644), maestro y suegro de Velázquez, además se han perdido. Por este motivo, esta monografía se apoya fundamentalmente en los numerosos pequeños documentos, que la investigación sobre El Greco ha ido reuniendo sobre todo en las últimas décadas. Una ayuda importante son también las extensas anotaciones al margen que hizo el mismo artista en dos libros, que se han redescubierto recientemente. Como sabemos por su inventario de 1614, poseía los libros característicos de un erudito de su tiempo.