Estaríamos muertos. Pero estamos vivos. ¿Recordaste la ciudad como yo? El aire se reventaba en Padre Mier y Zaragoza como a la entrada de un acantilado. El aire. Éramos una risa. Nuestros pasos. Como bellos felinos rondábamos. Tú recargabas los brazos a la Modigliani en la barra de Sanborns recuerdo. Tú y ese aroma de adolescente esa pelusa en tu mentón. Tu cuerpo en un jardín entre las sombras. El aire una tormenta de llanto azotándose contra los diques. Padre Mier. El río profundo de nuestras migraciones. ¿Y qué fue de nosotros, de nuestros amigos? La lluvia no se lo llevó todo. Lo sé. Ese desencanto del que tantos hablan y que levantan como bandera desde hace años es una trampa porque la poesía sigue aquí, y la libertad, que muchos creen derrotada, temerosa, aún nos espera exultante.á