David Herbert Lawrence (1885-1930) nunca fue acreedor de premios literarios en vida. Ni después de muerto, todo lo contrario, son muchos los prejuicios que rodean todavía a un escritor que siempre trató de escribir sobre la vida como es. En el cuento filosófico El hombre que murió admirablemente traducido y prologado por Gregorio Cantera, Lawrence ha desarrollado un inolvidable relato con rasgos de simplicidad evangélica, como recurso para expresar la continuidad de lo cotidiano a través de los siglos.