Hace ya dos siglos que el hombre moderno conquistó su libertad: la libertad de escoger sus propias normas y de conocer el mundo sin preocuparse demasiado por lo que dijeron los antiguos. Pero ¿acaso no habrá que pagar un precio por esta libertad? Y si el hombre moderno quiere conservarla, ¿acaso no deberá renunciar a ciertos valores comunes, a la vida en sociedad, a su yo coherente y responsable? Entonces, ¿qué hacer? Varias estrategias se han adoptado frente a esta cruel alternativa. La de los humanistas consiste en conservar esa preciosa libertad sin abandonar los valores, la sociedad y el yo. Ése es, por lo menos, el parecer de Todorov, que expone en este libro basándose en el pensamiento de los grandes humanistas franceses, de Montaigne a Constant pasando por Rousseau. En el fondo, la existencia humana se parece mucho a ese jardín imperfectoö del que habla Montaigne: ni enteramente determinado por las fuerzas que lo producen, ni infinitamente maleable por la voluntad de los poderosos. Ese lugar, en fin, en el que aprendemos a fabricar lo eterno a partir de lo fugitivo. Allí donde el azar del reencuentro se transforma en necesidad vital.