El rey Osagboro adoraba el oro. Era conocido en el mundo entero por su enorme corona. Un séquito de orfebres lo visitaba a diario para agregarle nuevos adornos y piedras preciosas, dejándola así cada día más grande.áHabía ordenado quitar la cúpula del palacio par que su corona pudiera seguir creciendo y se había hecho tan alta que atravesaba las nubes, tan grande y pesada que no podía quitársela ni para dormir.