Desde temprano, la poesía de Ricardo Ariza se ha nutrido de una clara y persistente vocación memoriosa. Atravesado desde el origen por la experiencia y el ejercicio simultáneo de la imaginación, el quehacer de memorar soporta y articula sus poemas. Combinados en dosis minuciosas, el recordar y el recrear disponen la fórmula idónea para restituirle a la existencia una vivacidad inaugural. De la mano del poeta el lector descubrirá, en alianza con su propia historia, que el ayer y el porvenir están cargados de presencias.