Un haiku, dicen, debe caber en una hoja de cerezo; para concebirlo hay que sentir una genuina emoción al contemplar algo que sucede en la naturaleza. En estos poemas, la autora retorna las enseñanzas de los maestros japoneses para, inspirada sobre todo en la naturaleza, dibujar toda clase de imágenes para que podamos contemplar y celebrar todos esos simples y hermosos instantes de la vida.