Este segundo tomo de Escribir poesía en México empieza con una impecable parábola futbolística-literaria de Luis Vicente de Aguinaga y termina con un epílogo de enumeraciones de José Chapa e Iván Ortega, entre las cuales se incluye una de auto-escarnio: ´Queríamos escribir algo banal que fuera antologable´. En los trece ensayos de en medio se despliega, mientras tanto, una trama múltiple que revela, por fortuna, más conflictos que soluciones, más dudas que certezas, más reclamos a la poesía por no coincidir con la realidad mexicana que festejos por su éxito peculiar cuando sí coincide y se convierte en portavoz de alguna causa, de algún dolor colectivo, de alguna conmiseración general que busca a un representante, aunque sea por la ruta de las metáforas o de la belleza. Si en el libro a veces acecha el peligro de que las teorías al abigarrar se generen eufemismos, éste se libra no olvidando la empatía que antecede a cualquier procedimiento poético o compasivo.á
