No es ninguna exageración afirmar que Clément Rosset es el filósofo vivo más importante que puede encontrarse y leerse en Europa. Fernando Savater escribía que la filosofía de Rosset «se alza como uno de los ateísmos más consecuentes que hayan sido nunca pensados, pues evita la trampa del naturalismo en que los materialismos científicos caen con tan deplorable frecuencia y niega no sólo al Dios personal, lo que es común y no muy relevante, sino la forma misma de la ley única, de la verdad y del orden, sean cuales fueren sus contenidos laicos concretos». En su pensamiento convergen infinidad de referencias, tanto filosóficas cuanto literarias, pero es fácilmente reconocible la presencia de una dilatada filiación trágica: Lucrecio, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Cioran... También será reconocible un franco desplazamiento de la filosofía hacia la literatura, podríamos decir que los presentes son ensayos de filosofía de la literatura, pero en el sentido más estricto: no la filosofía aplicada desde el exterior a determinadas obras literarias, sino la filosofía que es posible extraer de ellas mismas. Acaso el principal aporte de Rosset sea la elaboración del concepto de «doble» a partir de un esclarecimiento de las dificultades de acceso humano a lo «real». No será, pues, su último interés el involucrar a nuestro pensamiento en esta jubilosa aventura de pensar lo real en cuanto azar, azar incoercible sin el cual la existencia humana se despeñaría en el totalitarismo y en la servidumbre.