El Fausto, de Johann Wolfgang Goethe, una de las obras más significativas del pensamiento universal, fue escrita a todo lo largo de la vida de su autor -83 años-. La primera parte la inició Goethe en su juventud y en ella empleó treinta años. La segunda parte, dada a conocer después de su muerte, la terminó en 25 años. Por supuesto, la elaboración de la obra se realizó a intervalos, pero este mismo trasegar, lento e infatigable, nos muestra que en los diálogos del Fausto no sólo se recogen los más vitales interrogantes filosóficos del autor, las principales incertidumbres que marcaron la evolución de su vida, sino las ideas y expresiones filosóficas de toda una época. Fausto, la más alta obra del genio de Goethe, es plenamente universal. No admite fronteras de ninguna índole, sus personajes no son ciudadanos alemanes determinados por un contexto histórico, son el mismo ser humano, debatiéndose entre la razón y el sentimiento, la muerte y el principio vital, Dios y Mefistófeles, el destino, lo ´demoníaco´, esa misteriosa fuerza que avasalla al hombre a cualquier vuelta de camino.
