Los seres de este libro fueron concebidos en el sopor de la razón. Representan un homenaje a la vigilia de los niños rebeldes que no quieren dormir y que se atreven a espiar los mitos que cambian cuando la gente duerme. La siesta es la hora del merodeo, de tiempos vagos y lugares imprecisos. El sol brilla pero las persianas se cierran para no enfrentar a hombres ceñudos que andan sobre el absurdo, a toros refinados, a amantes del suicidio. Es en ese ensueño que la verdad y la imaginación se confunden. Los relatos de Pereyra habitan una realidad paralela que no dejará de sorprendernos.