Fidel Alejandro Castro Ruz es el máximo dirigente de Cuba desde el 1 de enero de 1959, cuando, encabezando la Revolución Cubana, derrocó al gobierno de Fulgencio Batista y una vez en el poder lideró, en 1961, la adopción del marxismo por el gobierno revolucionario, estableciendo el primer régimen sociaista de toda América. Pero sin duda, la figura de Castro trasciende por mucho el molde del revolucionario afianzado en sus principios y en su lucha, y dispuesto a llevarla hasta las últimas consecuencias. Es cierto que Fidel Castro cuenta hoy, como pocas figuras, con la particular condición de ser un ícono viviente, y desde ese lugar irradiar a millones de personas sus ideales políticos y morales, no obstante detrás del Castro ícono, existe un Castro cuya personalidad no deja de sorprender al mundo por su natural vigor y el proverbial desapego que las formas convencionales de entender su rol de estadista, desapego que tiene orígen en la lucha libertaria que libró coco a codo con el pueblo y lo puso al frente de su país de una manera hasta entonces inédita dentro del escenario político de Latinoamérica: una situación que, por otra parte, nunca más volvería a repetirse en la región.
