Lejos de ser acólito del pensamiento, el doble del mundo, el lenguaje lo prefigura, cuando no lo constituye. Reconocemos que no hay lenguaje sino léxico, léase diferentes maneras de parcelar el horizonte del sentido. De la reconsideración del lenguaje, desde un punto de vista filosófico, sigue la de la literatura, antes descalificada por los pensadores como discurso no serio o fuente de entropía. Es un mundo interino, descentrado, en el que los universales ceden su puesto a las diferencias y el discurso filosófico no puede menos que hacerse sensible a los recursos literarios, a la creación continua de significado y sentido de allí mismo derivada, no para sacrificar el rigor en aras del ornato, sino para abordar la complejidad inaudita de la existencia como ha sido ejemplificado por pensadores y poetas. Formular ideas históricas, nominalistas, pluralistas sin tomar distancia del estilo plano y del léxico de la metafísica, nos condenaría al eterno retorno de lo mismo. No es otra la perspectiva desde la que se escribe Filosofía, literatura y giro lingüístico. Una nueva síntesis. La metáfora, Borges, la lectura interactiva, las paradojas, la relación filosofía-literatura, la química de las palabras y, muy en particular, el tiempo, constituyen algunos de los asuntos tratados en la presente obra.
