Había una vez un gallito que solo pensaba en comer. Se pasaba el día buscando comida y tragando todo lo que encontraba.áEsta afirmación no es hiperbólica. Gallito Pelón engullía literalmente todo lo que se encontraba o entorpecía su camino. No obstante, una mañana vio un papelito y, cuando se lo iba a zampar, leyó lo que ponía: El rey le daría un saco de oro a quien se lo entregase.áGallito Pelón se alegró, pero no por el botín, sino porque pensó que si entregaba aquel papelito al rey, camino de palacio encontraría muchas cosas ricasö. Y, con esta motivación glotona, se puso en marcha.áSu obstinada determinación y su ilimitada gula provocan que cualquier elemento, animal o cosa que se cruce en su camino acaben en su estómago. El gallo abre el pico y ¡se lo traga! De su voracidad no se libra ni el mar ni una cabaña (con un leñador dentro) ni un hormiguero ni tan siquiera ¡un zorro!