Ya entrado el siglo XXI, el Fondo Monetario Internacional demostró no haber cumplido con los propósitos que, en teoría, motivaron su fundación. Donde se propuso crear riqueza dejó sociedades más pobres; donde manifestó trabajar en pro de la libertad creó sujeción al poder financiero internacional; donde se dijo defensor de la actividad económica dejó estructuras productivas diezmadas.áDurante décadas (y aún hoy), sus inspectores llegaban como dioses a los países ´emergentes´ e imponían su receta: reducción de los gastos del Estado en salud, educación y asistencia social; privatización de las empresas públicas a precios irrisorios; desregulación del movimiento de capitales. Agotados los recursos en algunos de esos países o rechazados por las nuevas políticas en otros, el Fondo ahora vuelve su mirada sobre Europa. Y su receta sigue siendo tan reiterada como inconducente.áPero, ¿qué es en verdad el FMI y a quiénes sirve? Para Zicolillo, no es más que el ´cobrador´ de los préstamos a los países con dificultades o con desmadres financieros; el que se ocupaba de que los bancos se aseguren sus operaciones especulativas, aun descargando los daños sobre los ciudadanos del país ´beneficiario´; y algunos exfuncionarios de la institución (incluso laureados con el premio Nobel) coinciden en esta visión. Una vez más, el autor de Neoliberalismo y corrupción nos ofrece una obra de lectura tan amena como oportuna e imprescindible.