Saber quiénes hicieron qué y cómo lo hicieron es, ya de por sí, algo fascinante, pero además, el estudio de la historia es un antídoto contra la resignación, contra la aceptación del statu quo, porque si otros lograron vencer la hechicería y el dogmatismo para encontrar la causa de muchas enfermedades, por qué no podrán quienes inician sus estudios de medicina encontrar la causa y el remedio de varios de los males que aún afectan al hombre. Las mentes curiosas y creadoras, y espero que los estudiantes de medicina estén todos en esta categoría, podrán aprender del pasado cómo modificar el presente para hacer que el futuro asegure un mayor bienestar para sus pacientes. El estudio de la historia infunde, por lo tanto, esperanza. Si tantos lograron encontrar respuestas a múltiples interrogantes y controvertir conceptos absurdos sobre las causas de las enfermedades, debemos tener la certeza de que es posible superar muchos de los males que aún afectan nuestra salud. Veremos, por ejemplo, cómo las mentes privilegiadas y la tenacidad y curiosidad de dos médicos rurales y de un monje profesor de escuela secundaria, lograron establecer las bases de tres aspectos fundamentales de la medicina, la inmunología, la microbiología y la genética.