Soy lo que digo, si soy capaz de eternizar mi mensaje y mi cuerpo es el medio, nadie impedirá que exprese lo que siento, lo que pienso y decido. Soy el mensaje. Las partes del cuerpo han sido uno de los medios de comunicación más importantes de la historia. Los seres humanos eternizan sus mensajes en un ritual donde el dolor y el placer se relacionan. Federico Gama se apropia de las figuras y termina de contar las fábulas que palpitan en esas pieles sin edad. Por momentos, nos hace creer que el negro al fin se impondrá al blanco, sin embargo, al final, apuesta por el equilibrio y la expresión del mensaje permanece al nivel de la forma, aunque a veces, no logra evitar el contenido nos abrume y nos olvidemos de la foto para clavarnos en algún detalle. Es otro de los caprichos del arte que remueve, en no pocas ocasiones, intereses particulares, y más el universo de la imagen donde el referente principal es la realidad y como he dicho antes: la realidad es una pasión. Gama es un domador decidido, no escapa del expresionismo, no rehuye de la forma, no encuadra. Sabe que cada objeto en sus manos será una proyección de sí mismo y es un explorador que ha perdido el sombrero. Bajo la luz intensa se refugia en su sombra y nos devela nuestra propia manera de ver al otro.