La primera celebración de Una vida en la danza fue en 1985. Felipe Segura -con experiencia como conductor y entrevistador- fue la cara pública del evento a lo largo de la primera época en su papel de maestro de ceremonias. Repetía de memoria una breve semblanza de cada premiado y los hacía lucir al máximo. Quería que la danza profesional fuera reconocida, honrada y prestigiada, lo mismo que sus protagonistas, como valiosas personalidades de nuestro país. Quizás a esto se deba que algunas personas le han atribuido como suyo el homenaje. La danza, por efímera, es tal vez uno de los aspectos de la cultura cuya memoria es más difícil de conservar. Todavía se transmite básicamente como cultura oral, de persona a persona, y así sigue de generación en generación, con cambios sutiles o radicales, con tradiciones que se pierden o se recuperan.