Es claro entender que el campo de la medicina preventiva abarca puntos de vista no solamente propios y exclusivos del médico. Los profesionales de la salud sabemos que entran en juego otros factores, o bien grupos humanos, que participan en los objetivos finales de la promoción de la salud como la fluoración del agua, el control del ambiente, la urbanización, educación, etcétera. No por ello dejamos de reconocer que el mejoramiento de la salud de la población depende en gran parte del diseño y aplicación de programas intrínsecamente médicos, que al mismo tiempo que abarcan acciones curativas, comprenden los aspectos preventivos de la enfermedad. Esto se confirma con las estadísticas vitales, ya que muestran el evidente grado de mejoramiento gracias a la aplicación de métodos orientados a la prevención de la enfermedad, independientemente de la promoción de la salud y, desde luego, de la vigilancia y el control de las buenas condiciones sanitarias logradas o que ya se disfrutaban. Las medidas preventivas casi siempre se apoyan en la conveniencia de ofrecer a la población actividades médicas en paquetes específicamente diseñados según grupos de edad o sexo de los individuos. Así, estas medidas se establecen e integran, entre otros, para grupos de ancianos, embarazadas, lactantes, niños y púberes para los cuales hay en particular procedimientos, programas y actividades dentro de la medicina preventiva.