Tras el nombramiento de Napoleón como primer cónsul en octubre de 1800, la popularidad de la pareja formada por el Corso y Josefina crece de forma espectacular. Napoleón es el gran amor de Josefina, y ella lo es de él. Pero su apasionada unión se ve amenazada porque Napoléon desea ardientemente un heredero, y Josefina no puede dárselo. Además, los ataques del clan Bonaparte a Josefina son constantes, y la guerra de Inglaterra contra Francia no pone tampoco las cosas fáciles. Finalmente, en 1803 Napoleón se autoproclama emperador y corona a Josefina como su emperatriz. Se cumple así la predicción que hicieron a Josefina en su niñez. Sin embargo, las preocupaciones del conflicto armado y los numerosos escarceos amorosos de Napoléon en busca de su heredero culminan en la mayor tragedia para Josefina: su divorcio y el exilio de Napoleón a Elba. Es el punto final de un gran imperio y de gran amor.
