Justine, como la mayoría de las obras del marqués de Sade, comenzó a circular clandestimente entre los aristócratas y las elites culturales de Francia del siglo XVIII, los cuales, habituados a la lectura de los relatos eróticos más extravagantes así como a los escritos políticos más subversivos, poco tenían de que espantarse. Pero, sorprendentemente, la aparición de Justine suscitó tal polémica al interior de los círculos políticos e intelectuales del momento, que no tardaron en aparecer por doquier furiosos detractores del marqués, el cual terminó, como es sabido, en la prisión de la Bastilla acusado tanto por sus ideales políticos como por sus perversiones sexuales. La aguda pluma de Sade hace de Justine un relato clave para comprender el rumbo que más tarde tomaría el género de la literatura erótica, así como para explicarse el porqué escritores o héroes de la revolución francesa como Mirabeau se declararan sus acérrimos enemigos.