Difícil derrotero hoy en día el de la poesía coloquial. Salto mortal si, además, se trata de la paráfrasis de un poeta popular, Jaime Sabines. Miguel Maldonado sale ileso de su accidentado paso por estos dos retos. Y lo hace porque ha descubierto que la poesía -sin dejar de ser canto- es reflexión visceral, interjección maldita y profunda síntesis de la condición humana. Prueba de que se puede escribir poesía con frescura en México y, además, reivindicación del Ángel ojeroso y desfajado que sale al encuentro de la niebla, este La carne propia, es a un tiempo acto de valor y de fe. Se enfrenta con arrojo a un erotismo brutal y descarnado porque lo que le interesa en realidad no es el encuentro sino el fracaso de los cuerpos. Confía en que la palabra puede horadar el espacio del desamor, acaso el único espacio. Y nunca se regresa /de la tienda de la esquina. Miguel Maldonado ha elegido escapar del lugar común desde las metáforas de la vida cotidiana, lo que hace este salto al vacío aún más arriesgado. Se ha retirado el paracaídas, ha visto el abismo y desea regresar a contárnoslo. El humor nos salva, parece repetirnos a cada página. Con todo y depilación /estar con ella raspa. Bitácora de una vida vivida para el amor, éste es sin duda uno de los libros de poesía más tristes que se han escrito en México. Y más lúcidos.
