Lolo estaba cubierto con la sábana hasta la bardilla. Afueras, en la calle, no circulaban un solo autor; en las bardas de las casas, no maullaba ni un gato; en el clóset, entre los abrigos, no aleteaba una sola polilla. A Lolo se enfriaron poco a poco los pies y presintió que algo estaba por ocurrir