El teatro de Chéjov está el origen de todo el teatro contemporáneo. Sus obras sin intriga y sin acción parecieron irrepresentables a los directores y actores habituados al repertorio clásico, requirieron la visión renovadora de Stanislavski para que el Teatro de Arte de Moscú las transformara en sutiles tramas donde se enlazan los sentimientos inexpresados de sus personajes. Con la sustancia más mediocre de la vida cotidiana: desilusiones calladas, imprecisa nostalgía, tedio de la vida provinciana, vidas frustradas, Chéjov elaboró cuadros inolvidables, en los que es posible sentir el curso escondido y paciente con que el tiempo desgasta a unos personajes demasiado sensibles para su propia debilidad.
